PRÓXIMAS SESIONES
10 de junio 18:00h de 2023

*El acceso a la sala se realizará sin reserva previa. La entrada se realizará por riguroso orden de llegada. Se abrirán puertas 15 minutos antes de cada sesión.

DENTRO DEL CICLO

West Side Story

Steven Spielberg, 2021.

Int.: Rachel Zegler, Ansel Elgort, David Álvarez, Rita Moreno.
USA. VOSE. 158 min.

Presentación y coloquio Ana Puyol y Teresa Sáez – Asociación AMEDIAR.

Showcase Alejandro Álvarez – intérprete en Danza Colombia.

Sinopsis

West Side Story es patrimonio de la humanidad; pero es muy Importante preguntarnos que entendemos por West Side Story. Ante la cantidad de tópicos que se han acumulado estos días parece como si el film de Steven Spielberg fuera únicamente el remake de la película del mismo título de 1961. Supongo que nadie se atrevería a escribir que Romeo y Julieta (1936) de George Cukor es un remake de Romeo y Julieta de William Shakespeare, o que Bodas de sangre (1981) de Carlos Saura o La novia (2015) de Paula Ortiz son un remake de la obra teatral de Federico García Lorca. Spielberg adapta un espectáculo musical estrenado en Broadway en el año 1956 con coreografía de Jerome Robbins, música de Leonard Bernstein, libreto de Arthur Laurentz y canciones de Stephen Sondheim. La película de 1961 también adaptaba esta obra y cambiaba el orden de sus canciones.

Cuando se escribe sobre West Side Story de 1961 se evoca el nombre de Robert Wise -que cuatro años después adaptó un musical tan ñoño como Sonrisas y lágrimas (The Sound of Music)- pero se olvida que fue codirigida por Jerome Robbins, un coreógrafo que en los cincuenta dirigía el New York City Ballet. Él y George Balanchine cambiaron la forma de bailar, creando unas coreografías nítidas en sus movimientos que parecían improvisadas. Robbins creó los bailes de la obra teatral original y se encargó de trasladar una parte de su trabajo al cine, cambiando el sentido coreográfico de los musicales. En la versión de Spielberg las coreografías de Robbins aparecen como punto de referencia, pero son transformadas por Justin Peck, que actualmente está de residente en el New York City Ballet y fue considerado por el New York Times como el más brillante coreógrafo que trabaja en la actualidad en Estados Unidos. A partir de los espacios infográficos creados por la factoría Spielberg, Peck expande la danza por diferentes escenarios de Nueva York desde un West Side en ruinas hasta el metro. En la génesis de esta nueva adaptación hay otro elemento fundamental, el guionista Tony Kushner, que retoma el libreto original de Arthur Laurents pero introduce una serie de cambios fundamentales que contextualizan la obra original y la convierten en una defensa radical del amor y una denuncia contra las disputas irracionales por el control del concepto de territorio. Tony Kushner ha trabajado con Spielberg en Munich (2005) y Lincoln (2012), pero es conocido sobre todo como dramaturgo, autor del gran monumento que el teatro americano ha edificado en torno al dolor generado por el SIDA: la obra de ocho horas Angels in America.

En la lectura de Kushner/Spielberg del clásico hay una serie de cambios sustanciales. La primera imagen de la película es un terreno en ruinas -el West Side- donde el cartel de una inmobiliaria anuncia la próxima construcción del Lincoln Center -el complejo presidido por el Metropolitan Theater-. Este cartel nos data la película en 1955, momento en que fueron derrumbados los viejos pavimentos del West Side. Las ruinas están omnipresentes a lo largo de la película, porque en ella se habla de un mundo en transformación, de un Manhattan que quiere convertirse en otra cosa, en el que se destruyen los viejos barrios pobres para trasladar a las comunidades latinas e irlandesas hacia otros lugares. Los personajes de West Side Story son los contemporáneos de los rebeldes sin causa de Nicholas Ray pero su condición no es la de inconformistas, sino la de desclasados que quieren dominar un territorio que nunca les pertenecerá. El efecto crepuscular es fundamental para entender por qué la película no proyecta la furia de las bandas hacia la juventud rebelde de los sesenta, sino hacia un mundo condenado a dejar de existir. El otro elemento contextual fundamental tiene que ver con la situación política de Puerto Rico. En 1950 tuvo lugar la revolución nacionalista en respuesta a la condición de la isla como estado libre asociado, generándose protestas sobre la cooficialidad lingüística del inglés y el español. En la primera escena de la película, tras la coreografía que enfrenta a los Jets con los Sharks, los jóvenes portorriqueños entonan La Borinqueña, el himno de su país. A lo largo de la película sea resalta constantemente la tensión lingüística entre el español y el inglés, una disputa que tiene que ver con la tensión entre la integración o la identidad rebelde.

La gran estrella es Rita Moreno, que interpreta el personaje de Valentina, que no existe ni en la adaptación teatral ni en la versión de 1961. Valentina sustituye al personaje de Doc -el propietario del bar donde confluye la tragedia final- y actúa como mentora de Tony, que no es un chico sin pasado sino alguien que creó la banda, que estuvo en la cárcel y que busca el camino de la redención. Valentina es portorriqueña, enviudó de Doc -un gringo- y actúa como conciencia moral contra la violencia. Un momento clave es cuando Spielberg le cede la posibilidad de cantar Somewhere, tema que en las otras versiones interpretan los amantes después de asumir su trágico destino. Otro cambio muy significativo es el del personaje de Anybodys, que en el clásico es una chica que quiere entrar en la banda de los Jets y en la versión de Spielberg es un hombre transgénero. La marginación que sufre Anybodys acentúa el carácter misógino de las bandas y muestra cómo el odio hacia la diferencia racial está relacionado muchas veces con el odio a la diferencia sexual.

West Side Story de Steven Spielberg es, sobre todo, un gran himno al amor. La fuerza trágica del drama avanza hacia algo muy básico que está en la esencia de Romeo y Julieta, la idea de que el amor puro es la única forma de vencer el odio. Spielberg lleva a los personajes a un claustro virtual, el museo The Cloisters, para interpretar la canción de la fusión amorosa, One Hand, One Heart. El tono ceremonial de la escena parece elevar el sentimiento amoroso hacia el territorio de una pureza imposible, como si estuviéramos ante un acto místico que es contrariado por el odio, la misoginia, el control del territorio y el racismo. El amor quiere vencer pero no puede en una obra que hace sentir su magnetismo. Una obra, que, por otra parte, es un espectáculo apabullante donde el artificio escénico da paso al artificio digital, provocando que de las ruinas del musical clásico emerja el deseo de redimir el género, de retomar toda su esencia como el mayor espectáculo del mundo. Angel Quintana en Caimán – Cuadernos de Cine nº 162 (Enero 2022)

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